El Derecho para hacer justicia y la Justicia como derecho.

Se trata de una dualidad incesante que por momentos se va convirtiendo en una dicotomía donde se acentúa perniciosamente la divergencia esencial, teleológica y etiológica de los paradigmas referenciados. En términos más asequibles y llanos, huyendo de análisis técnicos y de filosofía natural profunda, nos referimos a la Justicia en su sentido material e institucional, y al Derecho como entramado o conjunto normativo y regulatorio y como facultad consustancial del ser humano. En este contexto conceptual básico, socialmente, en el debate y la dialéctica cotidiana, llega a ser una obviedad en el plano más superficial que las normas y el derecho en su conjunto son elementos imprescindibles de cuya aplicación ha de desprenderse ineludiblemente un resultado justo, y que la justicia como tal debe ser el resultado inequívoco de la aplicación del derecho. Por otra parte, se reconoce firmemente el acceso a la justicia, recibir un tratamiento justo, y la propia percepción tangible de la materialidad de esa justicia, como un derecho fundamental, incuestionable, inherente a la persona, irrenunciable e irrevocable.

Sin embargo, al sumergirse y enfatizar en esta aproximación casi silogística, con premisas sólidas y claras, llegamos al descubrimiento de la quiebra del sistema en su epicentro, en su piedra angular, esto es, el crisol de los valores se va tornando en una crisálida de frustraciones, el cofre del tesoro de un Estado de Derecho acaba por convertirse en la Caja de Pandora. Y ello porque es fácil alcanzar la comprobación, hasta empírica, de que nuestro derecho no sirve en muchas ocasiones para producir justicia, y entonces decae el sostenimiento de la propia justicia como derecho. Más reducido y drástico, si el Derecho termina por no ser justo en y desde la administración de Justicia, comenzamos por no tener ni derecho, ni Derecho. En todo ello se identifican muchos elementos concurrentes que culminan en una avalancha de insatisfacción socio-jurídica: saturación legislativa, complejidad normativa, inestabilidad jurídica, atascamiento judicial, ineficacia judicial, demoras en procedimientos, lentitud procesal… Así se erige como maltrecho superviviente de este dantesco panorama el proceso judicial culminado con resultado consolidado y justificadamente amparado en normativa aplicada con sentido de justicia material, pero que llega al cabo de unos plazos y periodos tan dilatados, que nos lleva de nuevo a localizar en la conclusión las oscuridades iniciales: Derecho válido para producir justicia pero tan lento que acaba siendo injusto; Justicia que aplica y reconoce, protege y configura el derecho pero tan tarde que pierde su sentido…

Frente a todo, como punta de lanza, casi como tuneladora, tenemos que señalar que el Derecho debe ajustarse milimétricamente a la Justicia para producir justicia, y servir al derecho de cada uno. Esto exige preparación, responsabilidad y compromiso en el legislador, y un eslabón original de incalculable valor, la justicia y el derecho comienzan en la mentalidad y en la cultura social, económica y jurídica. El secreto de la justicia (material) puede estar en su desvinculación puntual, paulatina y garantizada de la Justicia (como entramado Administrativo); y el éxito del Derecho radica en conseguir el equilibrio del derecho a la justicia en la Justicia.

Los profesionales del sector jurídico afrontamos diariamente este escenario, y la supervivencia ya es un mérito, pues estamos obligados a un discernimiento incesante sobre derecho y justicia, y a aventurarnos en el Derecho y la Justicia, tratando de sostener en su zozobra el propio sentido de la justicia y del derecho a representar. Este “bosque” conceptual exige un esfuerzo de “desbroce” cotidiano donde se adolece de la luz y la claridad que propicia una más sólida formación e interiorización colectiva del sentido de la justicia y del derecho, y del propio papel que tienen el Derecho y la Justicia. Aquí emerge nuestra vocación jurídica, y donde se pone a prueba nuestro ser y hacer en el mundo jurídico, porque cada paso es un pequeño destino dentro del camino de fundir justicia y derecho, Derecho y Justicia.

Ángel Luis Gómez Díaz
Socio Fundador y Gerente de ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES

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