Desde su origen, los medios de comunicación se han hecho especial eco de todas aquellas noticias escandalosas, entendidas como las que mayor ruido o tumulto provocan en el receptor. En este recorrido histórico aludiremos a algunos escándalos judiciales penales, los más destacados, porque movieron los ánimos del público a favor o en contra de los protagonistas. Hoy en día, a su acceso tienen derecho los periodistas y a su conocimiento tenemos derecho los ciudadanos desde el momento que el artículo 120.1 de la CE establece que las actuaciones judiciales serán públicas.
El problema se presenta cuando a la finalidad básica de informar –esencia del periodismo-, se unen otros objetivos como manipular la información; el Derecho en general y los escándalos judiciales en particular son terreno abonado para que esto se produzca, convirtiendo en sensacionalismo lo que no debería ser sino simple periodismo judicial. Ambas caras de la moneda se asoman en las siguientes líneas.
A finales del XVIII, principios del XIX, una cuadrilla de ladrones, encabezada por Pedro Piñero, el Maragato, un delincuente de 28 años, había cometido graves robos y latrocinios. Este reo y alguno más, habían sido condenados a pena de muerte de horca y a ser descuartizados y puestos sus restos en los caminos reales de Castilla y Extremadura. El rey conmutó la sentencia por otra menor, pero no se pudo llevar a cabo porque el Maragato se fugó cometiendo nuevos delitos, a cada cual más grave.
La estela del Maragato se fue alargando, y según dicen los documentos, se empezaron a imprimir folletos que, en forma de romance o de novela, narraban los más graves delitos cometidos por el Maragato; el Fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, tribunal que había juzgado a este bandolero solicitó que se retirara uno de los panfletos que se había hecho público entre la población porque: “se prevenía con este folleto la opinión del público a favor o en contra de este hombre, que comprometería la libertad en juzgar del tribunal o su autoridad y justificación en daño gravísimo de las leyes y de la causa pública”.
Como vemos, un folleto divulgador de la época, ya advertía de los peligros que la comunicación puede ocasionar en el pueblo: inclinar las pasiones de los ciudadanos, haciendo que con ello la opinión del tribunal no fuera tan imparcial como era de esperar.
En su huída, el Maragato fue apresado en Oropesa (Toledo) en 1806 por un fraile, Fray Pedro de Zaldivia, que llegó a convertirse en un héroe nacional y cómo no, la captura que hizo del Maragato también se expandió por folletos y estampas populares, novelándola y fantaseándola. Goya, coetáneo de los hechos, pintó una crónica de seis óleos sobre tabla sobre el bandido y su captura, crónica que actualmente se conserva en el Chicago Art Institute y que se compara con los cinematográficos “storyboard»
(Ponencia de doña Alicia Duñaiturria Laguarda, profesora de Historia del Derecho y de las Instituciones de ICADE, Universidad Pontificia de Comillas sobre el origen de los escándalos judiciales)