Ellos saben que la tierra labrantía,
seria, llana y arrogante’n los recuestos,
es la jembra que mantiene muchos hijos
con la juerza de la savia de sus senos;
CONSEJOS DEL TÍO PERICO, El Miajón de los Castúos. Luis Chamizo.
Son tiempos difíciles para la agricultura. Como bien transmitió Chamizo en su obra, el hombre deberá portarse ya desde su nacimiento -su nacencia- agradecido con la tierra, con su tradición; desde la que deberá dialogar con lo nuevo: con el tren de la historia que le invita al progreso.
A poco que se profundice en la crisis que desde hace algunas semanas ha tornado mediática, resulta tangible que no existe una sola causa. A poco que se busquen distintas perspectivas, se comprueba que las particularidades de la cuestión merecen un conocimiento exhaustivo de este mercado, no equiparable a otros; y una capacidad específica para atender a los retos que el siglo XXI plantea al campo.
No son retos para cualquiera, y nuestros agricultores quieren y están dispuestos a afrontarlos. Sólo piden la articulación del marco que les permita llevarlos a cabo, con la integración comprometida y responsable de todos los actores que forman parte de este escenario: Administración, empresas transformadoras, proveedores, comercializadores, y los propios consumidores. Cualquiera que forme parte de esta cadena alimentaria.
Los precios resuenan de manera constante. Unos precios que no cubren los costes de producción, en un mercado que no permite a los productores repercutir el encarecimiento de los combustibles, los fertilizantes o los productos fitosanitarios. Los asume íntegramente, aunque con ello toda una explotación se haya podido convertir en no rentable; ante la amenaza de que toneladas de productos corran el riesgo de no ser adquiridos por ningún comprador.
Siendo ésta una sólo de las muchas cuestiones a las que se enfrenta el campo, y a la que hay que dar respuesta, tiene soluciones viables. Francia, país de indudable peso en la economía europea, ya ha dado pasos para equilibrar costes y beneficios en los distintos eslabones de la cadena alimentaria, sin que ello implique necesariamente una subida del precio final que terminen asumiendo exclusivamente los consumidores
Desde 2018 establecen un precio de salida del producto que no puede ser inferior al coste de producción. En España el Ministerio de Agricultura realiza análisis sobre los costes de producción que pueden establecer un punto de partida objetivo, sin que quepa la posibilidad de entender que se hace una utilización interesada de estos datos a favor de una parte determinada. Hay que recordar que nuestra producción sale en un porcentaje muy alto, más del 80 %, a exportación internacional. Y es el porcentaje restante el que se reparte entre las distribuidoras que enviarán después a las grandes superficies comerciales. Posiblemente también es posible eliminar la venta a pérdidas, teniendo en cuenta que las características de los productos agrícolas pueden merecer dejarlos excluidos de estas prácticas mercantiles.
Si aún así hay una parte de la producción que no se puede asumir (y a una alta oferta, el precio se resiente inevitablemente a la baja), otra de las reestructuraciones que el campo se debe plantear de manera estudiada y programada es una posible optimización del dimensionamiento agrícola, en cualquiera de sus elementos; de manera que se consiga una mejor competitividad, una optimización de los costes, y un ajuste de la producción que permita responder tanto a una amplia demanda como a un posible problema de sobreproducción.
Agricultores de toda la vida advierten que la tierra se está ya resintiendo del trato forzado al que se le está sometiendo: producir sin descanso, sin respetar el barbecho que de toda la vida existió, apurándola con abonos minerales, a medio plazo traen consecuencias que ya se están dejando ver: mineralización, salinización y acidificación de los suelos, con el consiguiente agotamiento y fatiga de los mismos para producir con un mínimo estándar de calidad. Es una cuestión de responsabilidad cambiar el modelo productivo, y se debe implicar directamente a aquellas partes que ven en las transacciones agrícolas una mera cuestión económica en la que ellos ostentan la posición fuerte.
Quizá tampoco estemos hablando de establecer políticas proteccionistas de nuestros productos frente a productos de otros países, pues también nosotros nos vemos perjudicados por ese tipo de políticas cuando las toman frente a nosotros países como Estados Unidos o Rusia. Pero sí cabe trabajar en el valor añadido en calidad y excelencia que nuestro producto tiene. Definitivamente hay que invertir en I+D en nuestros campos, y en la profesionalización de sus intervinientes.
Y, desde luego, generar un mercado justo en los distintos eslabones de la cadena, y fomentar un marco competitivo equilibrado aun en un circuito global. Deben equilibrarse y equiparse exigencias y requisitos mundiales en los productos que salen del campo y llegan a nuestras mesas, y al mismo tiempo conjugar la equidad para aplicar las medidas necesarias en función de territorios y realidades precisamente para que no se generen esas distorsiones injustas de pequeños soportando cargas de grandes. Hay que combinar la fórmula de que el grande cuide al pequeño y de que el pequeño trabaje y se mueva como un grande, y todos sean cada vez más grandes.
DEPARTAMENTO DE OPFH Y COOPERATIVAS DE LA FIRMA ÁREA-GRUPO BÁLAMO.