MADRID Y LOS GATOS

Llueve en la Villa y Corte de Madrid.

 Pero no por ello dejan de pasear los gatos por sus calles. Dicen los puristas que no se es gato hasta que no se suceden en una familia tres generaciones de madrileños. Pero ¿quienes fueron los primeros gatos?

 Allá por el año 852 de nuestra era, cuando Madrid era Mayrit -según los árabes-, o Magerit -según los cristianos-, Muhammad I, hijo de Abderramán II, hizo construir una fortaleza amurallada en un promontorio junto al río Manzanares, utilizando grandes bloques de liso y brillante pedernal. Pretendía así controlar todo el valle del Manzanares y la sierra del Guadarrama, vigilando los pasos de la sierra y evitando las incursiones enemigas. No cabía, en principio, más entrada que la habilitada por sus tres grandes puertas, y podía ser cobrada una especie de tasa o peaje por entrar a la ciudad, por lo que eran muchos los que intentaban eludirla saltando el muro, hábiles como gatos. Una vez dentro a menudo pernoctaban en las calles y disfrutaban de actividades nocturnas y licor de madroño macerado con aguardiente de anís.

 Pero con el propio sentido de la reconquista se realizaron múltiples e infructuosos intentos de adentrarse en la ciudad para desplazar a los musulmanes a los extramuros. Consta formalmente recogida en los archivos la tentativa de 924, al mando del conde Fernán González, y la de 968, por Ramiro Il de León; quién, por cierto, dejo bastante dañada la fortaleza y obligó al califa a reforzar la fortificación del emplazamiento.

 Cuando el rey Alfonso VI se planteó la hazaña, hizo llegar a sus tropas hasta la fortaleza, próximo el amanecer. Uno de sus hombres comenzó a trepar por la muralla, hincando la daga en las juntas de las piedras y, ágil y sigiloso como un gato, consiguió subir y tirar unas cuerdas para que sus compañeros ascendieran por esos altos muros. Después se dirigió al torreón de la fortaleza y cambió la bandera mora por la enseña cristiana. Referida gesta dio lugar al Linaje del Gato, como se indica en los archivos de Familias Ilustres: “Ese linaje tuvo principio en los primeros conquistadores de Madrid, tan animoso y valiente, que estando cercado este lugar arriesgó su persona de suerte, que sin temer la resistencia y defensa que hazian los moros desde encima de las murallas subio con tanta ligereza por una de ellas hincando la daga por las junturas de las piedras que los del real, maravillados de su agilidad, empezaron a decir que parecía un gato, trocando de allí adelante de él y sus sucesores en memoria desta hazaña su antiguo apellido por el de Gato”. Pasó a ser así uno de los cuatro linajes de familias ilustres localizados entre los siglos VIII y XIII, junto con los Ramírez, los Vargas y los Madrid.

 El siglo XVII recupera con fuerza el concepto y lo aplica, ahora, en sus barrios castizos de tabernas animadas hasta largas horas de la noche. Los mejores vinos de la comarca acompañaban estos momentos, a veces compartidos por personajes que pasarían a la historia de la literatura de los siglos de oro español (Lope de Vega, Quevedo, Góngora…).

 Sigue hoy día Madrid ofreciendo en sus noches buenos vinos y bebidas de trago largo. Y siguen los gatos paseando por sus calles, ya de los Austrias, ya de los Borbones. Aunque muchos de ellos no tengan pedigree. Aunque llueva…

 

Yolanda Aparicio Fernández. Asesora Jurídica. Gestión Interna y Recursos Humanos de la firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES