Techo de cristal, suelo de cristal: La mentira de las niñas princesas

El 8 de marzo de 1910, durante el reinado de Alfonso XIII, se publicó en España una Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública, que dirigía entonces el Conde de Romanones, permitiendo que “se concedan, sin necesidad de consultar a la Superioridad, las inscripciones de matrícula en enseñanza oficial o no oficial solicitadas por las mujeres”. Y ello porque, hasta ese momento, se admitía la entrada de mujeres en la universidad como estudiantes privados, pero se requería la autorización del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. Logros como éste se consiguieron gracias a mujeres como Concepción Arenal, que comenzó a entrar en las clases disfrazada de hombre y contra la voluntad de su propia madre.

techo de cristal, micromachismos e igualdad

Para entonces había llovido mucho desde la aparición de las primeras Universidades en Europa: Bolonia, París, Oxford, Salamanca… disfrutaban de ella desde la Edad Media, y no se planteaban siquiera la posibilidad de que las mujeres precisasen ir a la Universidad. Significativo en cuanto a la concepción del papel de la mujer en la historia en cada una de sus épocas.

En la actualidad, las estadísticas muestran como la presencia de la mujer disminuye conforme ascendemos en puestos de responsabilidad y dirección, máxime si nos adentramos en campos relacionados con la ciencia. Un estudio de Grant Thornon Estudio IBR 2013, Mujer en Puestos Directivos, lanza esta curiosa imagen: ¿pensabas que eran los países nórdicos los que contaban con más mujeres directivas? Pues no: la paridad, incluso algo por encima del 50%, la alcanza China. Para reflexionar.

Techo de cristal y micromachismos frente a la igualdad

Son datos significativos desde el momento en el que estos porcentajes no reflejan ni la presencia de las mujeres en empresas y organizaciones, ni su nivel de formación, ni el potencial de sus competencias reales.

Lo que se ve y se vive a diario se normaliza.

¿Qué es lo que ancla de manera invisible en nuestro inconsciente que entendamos desde pequeños como lógicas cosas que no lo son? Quizá este sea el suelo de cristal que se quiebra una y otra vez, impidiéndonos alcanzar ese techo de cristal que queremos romper y sobre el que tanto se ha escrito. Y no ser consciente de esta circunstancia posiblemente sea poner tiritas en una operación a corazón abierto.

Los propios expertos confirman la existencia e importancia de la repetición de modelos. Identificado el objetivo, pues, modifiquemos estereotipos.

Techo de cristal, micromachismos e igualdad

Veamos, por ejemplo, la publicidad. Detrás de cada uno de estos ejemplos hay un axioma asignado a la mujer:

  • Hasta hace muy pocos años no empezó a ser normal ver a hombres poniendo la lavadora, o comprando detergente. Afortunadamente hoy ya tenemos anuncios en los que el hijo le dice a su madre: “mamá, ya soy mayor, yo pongo la lavadora”.
  • Hasta hace muy pocos años los vehículos en los anuncios eran siempre conducidos por hombres. Por fin podemos encontrar anuncios en los que es la madre quien conduce, y el padre es copiloto, mientras llevan o recogen a los niños en el colegio.
  • Las niñas son princesas. Pero ya lo dicen las Galletas Príncipe:
    • “Espera, princesa, que voy a salvarte.
    • No hace falta, príncipe, ya voy yo”

Walt Disney lo ha hecho. Rompió también este estereotipo con películas como Brave y su princesa Mérida, que no era la típica niña frágil al abrigo de un príncipe protector, sino una rebelde luchadora dispuesta a trazar su propio destino. Y no por ello dejaba de ser princesa.

Si nuestro foco está en lo que hay, y no en lo que queremos que haya, no habrá cambios. Y es responsabilidad de todos, en primera persona.

Techo de cristal, micromachismos e igualdad

Bares y restaurantes que pongan el cambiador de bebés también en el baño de hombres, o en zona común; hombres que no ayuden en casa, sino que hagan las tareas domésticas, que son suyas también; entender que secretari@ es una labor que pueden desarrollar con estupendo desempeño tanto hombres como mujeres; entender que no es válida la idea de que la imagen sexualizada de la mujer vende más: en la balanza las cuatro ventas más que se pudieran conseguir con esta imagen, si efectivamente se consiguiesen, no compensan en absoluto las connotaciones negativas que se arrastran con esta utilización (si las marcas no se convencen en nombre de la igualdad que lo hagan, al menos, en nombre de la RSC, que también vende); el coche grande es del hombre y el pequeño de la mujer… o no; el plan perfecto de las mujeres es salir de compras y el de los hombres es salir de copas solos con los amigos… en los monólogos, y teniendo en cuenta que el humor también evoluciona. Lejos quedó Jaimito…

Cambiemos estereotipos. Aquí también es posible, y todos somos responsables. No se trata de que tod@s quieran ser algo. Se trata de que quienes quieran, puedan. Nadie tiene un Smartphone sólo para llamar por teléfono; no hagamos lo mismo con el potencial humano, que no tiene raza ni género.

Techo de cristal, micromachismos e igualdad

Sirva la presente como meras reflexiones en voz alta, con un café delante, y numerosas disquisiciones de pasillo. Mucho hay escrito sobre este tema, estas son sólo una pincelada de algunas iniciativas que trabajan día a día para dar visibilidad a este cambio que queremos:

www.unwomen.org

www.proyectopromociona.com

www.heforshe.org/en

www.mujerestech.com

www.mujeryciencia.fundaciontelefonica.com

… Y un pequeño ejemplo que nos hacen llegar especialmente para este post, de las casi infinitas posibilidades que tiene la publicidad en esta labor de igualar roles:

 

Seguimos, sigamos.

 

Yolanda Aparicio Fernández. Asesora Jurídica. Gestión Interna y Recursos Humanos de la Firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES

 

 

 

LA PRINCESA HA CAMBIADO

Nunca me he mostrado proclive a las manifestaciones y exaltaciones feministas, más aún me producen cierto rechazo las políticas y legislaciones que utilizan la discriminación positiva en pro de la mujer; creo que el cambio es posible sin necesidad de las mismas. No obstante, una sucesión de acontecimientos, noticias ocurridas en los pasados días me hace replantear si estoy o no en lo cierto.

Así, estos meses de atrás amanecíamos con esta cruel noticia: más de 30 millones de mujeres de todo el mundo están en riesgo de ser víctimas de mutilación genital durante la próxima década, según un estudio realizado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Pero no nos equivoquemos, aún siendo trágicas estas cifras, no es preciso irnos a Yibuti, Egipto, Guinea y Somalia para ver el trato vejatorio que sufren aún hoy las mujeres, basta con ver las comportamientos e imágenes sexistas en las fiestas de San Fermín que han recorrido todo el mundo, dónde en un clima de júbilo todo valía. La coyuntura actual requiere acciones positivas que tutelen las máximas de no discriminación y por ende de conquista social de sectores históricamente postergados del ámbito público.

La condena social contra la ablación es prácticamente unánime en todas las democracias occidentales. Del mismo modo y, sin ánimo en modo alguno de equiparar ambos acontecimientos, los medios de comunicación y redes sociales reaccionaron rápidamente frente a las citadas imágenes de cuerpos desnudos teñidos de rojo en un ambiente festivo.

Esta problemática constituye, sin lugar a dudas, uno de los ejes principales de todo proceso de modernización y democratización de nuestras sociedades. Pero, hoy más que nunca vemos como la legislación por si sola no es suficiente, es preciso un cambio cultural, es preciso que se incluyan en las agendas actuales de políticos y planificadores de la educación. En la infancia, niños y niñas desarrollan procesos comportamentales diferentes, razón por la cual será la educación una de las herramientas más fuertes para cambiar los estereotipos y anclajes sociales que a lo largo de años han mantenido diferencias carentes de todo tipo de justificación entre hombres y mujeres y han desembocado aún hoy en papeles y funciones sociales determinadas, dando lugar aún hoy a una pérdida de igualdad de oportunidades.

Que buenos recuerdos nos traen esos cuentos de Walt Disney, pero no podemos obviar que el papel de la princesa sumisa que espera el beso de su principe que la despierte de su letargo ha cambiado. La dama ya no espera con sus zapatitos de tacón, ahora anda en zapatillas listas para danzar. 

Mª Dolores Galán Cadenas. Abogada de la Firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES

HIPÓLITA, UNA MUJER EN UN MUNDO DE HOMBRES… O NO

Era Hipólita una de las más hermosas y poderosas Reinas Amazonas, a quien su padre Ares, dios de la guerra, había regalado un cinturón mágico, el cinturón de Hipólita, y cuya posesión le colocaba en una situación de autoridad frente al resto de guerreras de su pueblo.

 Era su pueblo un pueblo de amazonas donde sólo las mujeres tenían lugar; donde el hombre tenía cabida una vez al año, con el único objeto de garantizar la pervivencia de esta tribu matriarcal; donde sus miembros eran preparadas desde niñas para ser las más nobles guerreras – con o sin seno derecho, dependiendo de la versión de los historiadores – ; y mejores compañeras – si bien llamadas por Herodoto “androktones”: asesinas de hombres.

Era Hércules, hijo de Zeus y Alcmena, mitad dios, mitad hombre, el mayor de los héroes clásicos. En penitencia por un homicidio cometido se le castigó con la realización de doce trabajos, entre los que se encontraba robar el cinturón de Hipólita.

Cuando Hércules llegó con las amazonas, Hipólita quedó fascinada por él y le prometió regalarle el cinturón, soñando que así él se quedaría con ella para siempre. Pero Hera, mujer de Zeus, celosa de su marido porque la engañó con Alcmena yaciendo durante una noche, se hizo pasar por Amazona,  convenciendo a las guerreras de que la intención de Hércules era secuestrar a la reina.

 Esto desencadenó la cólera que llevaría a las guerreras a atacar la nave de Hércules y a sus compañeros. Los hombres tuvieron que dar muerte a algunas guerreras y al final Hércules, creyendo que Hipólita lo había traicionado, la mató.

Tomó entonces su faja y se fue, cumpliendo el noveno de sus trabajos

 Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… 😉

Yolanda Aparicio Fernández. Asesora Jurídica. Gestión Interna y Recursos Humanos de la Firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES

YO CONCILIO, TÚ CONCILIAS, ÉL CONCILIA/ELLA CONCILIA…

Soy de la generación de las conjugaciones. Primera conjugación, presente de indicativo del verbo conciliar: yo concilio, tú concilias… pero ¿afirmativa, negativa o interrogativa?. Lo cierto es que yo sí quiero (afirmación no sacada de contexto); pero a veces dudo: ¿Es real esa conciliación que en ocasiones decimos que llevamos a cabo? ¿Es real esa no conciliación que en otras ocasiones decimos que sufrimos?.

El artículo 14 de nuestra Carta Magna proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo. Así lo recuerda la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres; principio jurídico reconocido en diversos contextos internacionales, de facto no respetado – aun en el siglo XXI – en demasiados (uno sólo siempre serán demasiados) países.

La referida ley, como su propia exposición de motivos indica, incorpora al ordenamiento español dos directivas europeas en materia de igualdad de trato: la 2002/73/CE, de reforma de la 76/207/CEE, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en lo que se refiere al acceso al empleo, a la formación y a la promoción profesionales y a las condiciones de trabajo; y la directiva 2004/113/CE, sobre aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en el acceso a bienes y servicios y su suministro.

 El hecho de que todavía hoy se trate de este tema y la respuesta sea defensiva  (al margen, totalmente, de la violencia de género, que tiene su propio capítulo que nada tiene que ver con este artículo); así como el de que tengamos que seguir plasmando por escrito que efectivamente es un principio fundamental que se ha de respetar, debiera hacernos pensar que algo estamos haciendo mal. Porque en la tele siguen apareciendo anuncios en los que abuela, madre e hija han aprendido, de generación en generación, cuál es el mejor detergente a echar en la lavadora. Quizá los hombres no vienen programados para ponerla … O – también reflejado en algún anuncio, ¿axioma? –  las madres hacen tareas mil antes de irse a acostar, mientras los padres ven el partido de fútbol y se van a acostar, y punto.

 Conozco a mujeres encomiables, muchas de ellas también madres, que pueden con eso y con más, que por la mañana están perfectas y por la noche siguen perfectas, y al día siguiente vuelta a empezar. Así son felices, y así quieren vivir.

Pero este artículo es para aquellas otras que viven ese diario como una pesada mochila que cada día se llena con una piedra más, y otra, y otra; y/o se sienten incomprendidas por su entorno; y/o se amparan en otras mujeres que se sienten como ellas. Si distinguimos la carga que nos viene impuesta por las circunstancias de la que nos imponemos nosotros, un cambio próximo es posible.

Por nosotras. Por nosotros. Por nuestras hijas. Por nuestros hijos. O por nuestras sobrinas. O por nuestros sobrinos. Pero quizá este cambio sí merezca la pena, y a lo mejor hoy es el día para planteárselo.

Hoy puede ser un gran día…

Yolanda Aparicio Fernández

Asesora Jurídica. Gestión Interna y Recursos Humanos de la Firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES.