Somos amigos. Ni oir hablar de matrimonio; pero estamos a gusto juntos, y no nos importa compartir lo que de otra manera seguiríamos teniendo como propio. ¿Y si este paso no lo damos por miedo a perderlo?
Las relaciones conllevan implicaciones. Uno de los dos aporta una casa que hay que seguir pagando: ¿Y ahora? ¿de quién pasa a ser la casa? ¿sólo del titular? ¿En qué situación se encuentra quien ha comenzado a aportar económicamente también?
Podemos hacer una compensación de gastos y responsabilidades… ¿cómo pagamos la compra? ¿cómo repartimos las tareas del hogar? ¿abrimos una cuenta de banco donde ingresen ambos sueldos?
Venimos de distintas ciudades, a lo mejor incluso pertenecemos a países distintos, las Navidades ¿cómo las vamos a pasar? ¿cada cuánto tiempo podemos ver a familiares y amigos?. Hasta las difíciles cuestiones de qué hacer en caso de ruptura de la relación ¿regreso? Y si tenemos hijos en ese momento ¿me los llevo? ¿y mis suegros? ¿se quedan los niños? ¿mi madre podría verlos? ¿la casa es común? ¿la casa es de los niños?¿odiaré tanto a mi pareja como para negarle ver a sus hijos?.
Las relaciones conllevan una serie de derechos y obligaciones; así que, en cierto sentido, todos somos “amigos con derechos”.
La psicología en su afán de devanar el actuar humano ha definido que toda relación lleva una etapa de romance en la que vivimos una descarga de adrenalina y unas ganas frenéticas de estar con la otra persona; en esta etapa “el amor es ciego” y el juicio crítico que tenemos en el día a día para otras cosas está apagado.
Esta embriaguez maravillosa tiene fecha de caducidad, y después de un tiempo (hay quien dice 6 meses otros 1 año) empiezan las peleas-peleas y no es que hubiere acabado el amor, simplemente evoluciona. En esta etapa se alcanzan otros hitos en la relación: hacer la compra conjunta, arrendar un piso, abrir una cuenta en común, pagar servicios, firmar una hipoteca. Tomar decisiones trascendentes como casarse o no y tener familia o no, se plantean desde otra perspectiva.
Ahora bien, si en algo coinciden psicólogos y no psicólogos es en lo impredecible de la vida, de las personas y en la mutación de sentimientos. Y en el hecho que todo puede acabar en un momento: el amor, la amistad, la vida misma.
Suena poco romántico, pero es sano verlo así, tanto para la persona como para la relación y sus derivadas. Si has llegado a este momento del artículo es porque te interesa saber cómo puede hacerse para “proteger” no sólo el corazón sino tus bienes, tu dinero, tu dinámica familiar, tus hijos; en fin, lo que te interese proteger.
Todas preguntas válidas, todas de respuesta necesaria. Y son cuestiones tan prácticas y del día a día, que parecen obvias hasta que dejan de serlo y nos encontramos ante su inminente resolución. Si no lo prevemos, tendremos que dar respuesta a ellas en momentos donde la razón y el sentimiento por tu pareja está ofuscado por la circunstancia que sea que estés atravesando. Un acuerdo de convivencia nos permitirá definir todas estas situaciones con el corazón en la mano, pero con la razón en el corazón.
Un Acuerdo de Convivencia. Se trata de formar un proyecto común, un compromiso de fidelidad, sin ambigüedades. Una carta de mejor convivir, un convenio de buenas prácticas en la relación, trátese de la relación que se trate; tanto si te quieres casar como si no, si estás viviendo con tu novio o se lo están planteado, incluso si ya estás casado; si tienes hijos o decidís no tenerlos, o si tienes un roommate y quieres dejar claro que no se puede comer el cocido que te dio tu madre.
Si dejamos todo al destino y esperamos hasta que se “rompa el hechizo” pues no quedará más que lamentarnos y trabajar con las circunstancias. Pero si se piensa como se debe: que el destino de una pareja es responsabilidad de los dos, entonces la situación cambia bastante y se pueden tomar cartas en el asunto de manera preventiva y no correctiva.
Seamos responsables con nuestra pareja y planteémoslo desde la serenidad del momento en que estamos bien. No se trata más que de establecer PAUTAS DE RESPETO MUTUO, y contestar una simple pregunta ¿qué pasa si?…
Mariana Jalili. Departamento Jurídico de ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES. Especialista en Derecho Laboral Mexicano.