Tengo una amiga que no se maquilla casi nunca. Es guapa por dentro y por fuera, pero poniéndole como yo le pondría coloretes más a menudo, ella no se maquilla. Por falta de tiempo; porque su trabajo no lo requiere necesariamente; incluso –dice- por convicción.
Tengo otra amiga que no se echa una crema. Privilegiada genética, no la necesita. Pero ya he tenido que regañarla alguna vez, porque echarse protector solar no es echarse cremas, es algo más.
Hablar del mundo de la imagen, la cosmética y los cuidados personales desde una perspectiva objetiva, aséptica, constructiva… es complicado, porque alrededor de estas cuestiones se ha generado un negocio que mueve mucho dinero. Ni siquiera se ha visto especialmente afectado por la crisis, cuando estamos hablando de una cuestión que no es de primera necesidad.
Tengo otra amiga, guapa por dentro y por fuera, que se echa cremas y se maquilla. Un día se acercó curiosa a un nuevo centro de estética, porque le gustaba la imagen que transmitía la Profesional del salón. Y se llevó una gran sorpresa, porque entró con una expectativa muy clara y salió con un diagnóstico que reflejaba que no había un centímetro de su piel o su cabello que no estuviese en estado casi de abandono, manifiestamente mejorable gracias a las cremas que casualmente ella vendía; y sólo gracias a esas cremas.
Soy especialista en la materia, porque me gusta y porque me he formado – y sigo formándome- para ello. Por eso, aunque no lo exprese siempre, lo veo. Y no es cierto que el estado de la piel o el pelo de mi amiga fuese manifiestamente mejorable. Lo cual no es incompatible con que pueda cambiar de cremas, y aquí fue donde se equivocó, en mi humilde opinión, esta Profesional.
Tengo otra amiga, guapa por dentro y por fuera, que se echa cremas y se maquilla. Principalmente porque le gusta y porque ha descubierto con ello, de hecho, su pasión y su inquietud por conocer ese mundo y aprender nuevas técnicas… y sobre todo nuevas ilusiones. Lo ha convertido en una forma de vida que le aporta ese punto de alegría y de color que se necesita en algunos días “grises”.
Porque echarse cremas o maquillarse tiene más que ver con dedicarse esos cinco minutos al día que todos los manuales de bienestar dicen que nos tenemos que dedicar; y por sentirnos tan guapas por fuera como lo somos por dentro. Porque sacar una sonrisa, aunque sea tímida, a una persona que se ha maquillado o dejado maquillar y se ve bien, o incluso mejor de lo que se veía antes, tiene un impacto positivo en nosotros mismos y en la relación que establecemos con nuestro entorno.
Porque si lo hacemos bien, en realidad tiene que ver con nuestro interior, y no con nuestro exterior. Pongamos ese toque de color (en su justa medida) que cada uno necesita…
Mercedes Acuña Bejarano. Consultora de Belleza, Bloguera de Moda vidas diarias