Vivimos días de depresión. Las malas noticias se nos acumulan. Días en los que sentarse en el sofá y encender la televisión ya no es un automatismo más. Pensamos antes de pulsar el on del mando a distancia, no vaya a ser que estén hablando nuevamente de esa crisis que ya se está alargando más de la cuenta y que, desgraciadamente, no logramos adivinar su final.
Evidentemente, y como por desgracia sucede en nuestra sociedad, las “cabezas de turco” responsables de esta situación ya se han buscado, y, por supuesto, se han encontrado: la clase política. Esas personas con una profesión tan denostada por los españoles, que parecen no hacer otra función que trasladarnos un sentimiento de rechazo y astío.
Tramas de corrupción, inversiones multimillonarias que actualmente no sirven para nada, familias enteras de políticos puestas a disposición de la Administración sin tener la preparación necesaria … Vamos, que tenemos de todo por esta España tan nuestra.
Todo este cúmulo de circunstancias negativas ha llevado a muchos ciudadanos a guardar cierta distancia con cualquier símbolo que evidencie su nacionalidad.
Sin embargo, toda esa ola de rechazo a la bandera patria cambia de manera radical cuando nos tocan algo que consideramos nuestro. ¿Y quién va a ser más nuestro que esos deportistas que están arrasando por cada rincón del planeta?. Gasol (Pau y Marc), Nadal, Contador, Alonso, Lorenzo, Calderón (que se note mi procedencia serona), el fútbol, el fútbol sala … La lista es interminable.
Pero, aunque parezca imposible, ese fervor patriótico se puede acentuar aún más. Y la manera para que se dé esa circunstancia no es otra que la de que a los nuestros los toquen los franceses.
Como saben todas las personas que tienen a bien leer este blog, los guiñoles que tan graciosos nos resultaban cuando aparecían en nuestras pantallas a través del casi ya olvidado Canal +, nos parecen ahora muy desagradables cuando parodian de una manera tan desafortunada, patética, impresentable e innecesaria a los nuestros. Esta sátira llena de mal gusto y falta de toda ética, ha encendido en la mayoría de nosotros esa chispa patriótica que aparece puntualmente, pero que si la hace saltar nuestros vecinos del norte despierta con más fuerza que nunca. Recuerdo, para quien no lo haya visto, que durante más de una semana Canal + Francia ha emitido vídeos protagonizados por muñecos que se hacen pasar por Rafa Nadal, Iker Casillas, Pau Gasol y Alberto Contador. En los mismos se observa a nuestros deportistas firmando un libro en apoyo al ciclista con una jeringuilla, o al tenista miccionando en el depósito de un coche, para más tarde echar el vehículo a andar como si tuviera accionado un “turbo”.
Y es aquí cuando nos encontramos con un foro abierto a la discusión, ¿hasta dónde llega la libertad de prensa (si es que a los guiñoles se les puede encuadrar en este apartado)?, ¿quizás ésta se ha sobrepasado por dañar la dignidad y el honor de varios deportistas?. El canal de televisión se escuda en su derecho a la sátira y a la parodia para llevar a cabo una serie de acusaciones que manchan de manera muy grave el nombre de deportistas que, salvo Alberto Contador, jamás han tenido el más mínimo incidente con sustancia dopante alguna. ¿Debe permitir Rafael Nadal esa campaña de desprestigio que está sufriendo por parte de un sector de la prensa francesa que se escuda en muñecos de plástico para no ofrecer una cara visible a la que hacer frente?.
Por último, y en lo que atañe únicamente al “caso Contador”, me gustaría exponer desde estas líneas una serie de contradicciones entre el derecho deportivo aplicado por el TAS y el derecho penal que impera en la mayoría de los países europeos que me llaman poderosamente la atención: es posible, que durante estos días hayan escuchado o leído titulares periodísticos acerca de la sanción impuesta al último gran ciclista español. En ella se sanciona con dos años de suspensión al corredor por habérsele detectado una ínfima cantidad de clembuterol en su cuerpo durante el transcurso del Tour de Francia 2010. Hemos de partir de la base de que el derecho sancionador que aplica el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) parte de una figura extrañísima para nosotros, que no es otra que la alteración de la carga de la prueba, es decir, es el deportista el que tiene que demostrar que no se ha dopado. Las garantías de cualquier proceso penal (indubio pro reo o presunción de inocencia) quedan para el TAS eliminadas de raíz. Eres culpable hasta que no demuestres lo contrario.
Partiendo de esa base, y según expresa la Sentencia citada, a Alberto Contador se le detectó durante el Tour del año 2010 la insignificante cantidad de 50 picogramos de clembuterol (la billonésima parte de un gramo), algo que, evidentemente, no puede ingerir ninguna persona a través de ninguna vía que no sea la contaminación alimenticia. Sin embargo, expresando la citada Sentencia que no se puede probar por ningún medio que el ciclista ingiriera esa sustancia con conocimiento de causa, condena al corredor con la máxima sanción prevista. ¿Dónde quedan las garantías que rigen el derecho penal o el derecho administrativo sancionador?, ¿acaso el derecho deportivo se ha quedado anclado en una época lejana en el tiempo?, y lo que es más grave, ¿es realmente justo que valore el legislador deportivo, después de sancionar tan duramente a nuestro corredor, el modificar una serie de normas que han sido la base sobre la que se ha sustentado la sanción?.
En fin … Llegará el verano, y como cada año, agarraremos el mando a distancia de la televisión, y sin pensarlo dos veces conectaremos con las pistas de Roland Garros para ver como nuestro Rafa Nadal gana de nuevo en la arcilla parisina, para más tarde vibrar con Samuel Sánchez o Alejandro Valverde (que vuelve con toda su fuerza) en los Alpes franceses. Pero esta vez sí, ese gesto será un automatismo.
Rafael Romero Parejo
Departamento Jurídico de ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES.